La estimulación antigénica es el proceso de activación de las células del sistema inmunitario adaptativo (linfocitos T y B) en respuesta a la exposición a un antígeno. Este proceso actúa como desencadenante que inicia una respuesta inmune específica dirigida al reconocimiento y eliminación del agente extraño.
Este mecanismo constituye la base tanto de la inmunidad natural, que se desarrolla después de superar una infección, como de la inmunidad artificial, inducida por vacunación. La intensidad y la naturaleza de la respuesta inmunitaria dependen de la dosis, la vía de penetración del antígeno y el estado del sistema inmunitario del organismo.
La fisiopatología del proceso incluye varias etapas clave. Inicialmente, el antígeno es capturado y procesado por células presentadoras de antígeno (CPA), como las células dendríticas. Posteriormente, las CPA presentan fragmentos del antígeno en su superficie mediante moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC).
Este complejo es reconocido por linfocitos T colaboradores específicos que se activan y, a su vez, estimulan a los linfocitos B. Los linfocitos activados comienzan a proliferar (expansión clonal) y a diferenciarse en células efectoras (células plasmáticas que producen anticuerpos y linfocitos T citotóxicos), y células de memoria.
La comprensión de los mecanismos de la estimulación antigénica es de fundamental importancia en la práctica clínica.
Es preciso diferenciar la estimulación antigénica que inicia una respuesta inmune adaptativa (específica) de la activación de la inmunidad innata. A diferencia de la respuesta altamente específica, inducida por estimulación antigénica, la inmunidad innata reacciona de manera inespecífica ante estructuras comunes de los patógenos y no genera memoria inmunológica.
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