La atrofia es una reducción a lo largo de la vida del tamaño de las células, tejidos u órganos, que se acompaña de una disminución o insuficiencia de su función. Se trata de un proceso adquirido, a diferencia del subdesarrollo congénito: hipoplasia o aplasia.
La esencia de la atrofia radica en la adaptación de las células a condiciones modificadas, como la reducción de la carga, el suministro de sangre o la estimulación hormonal. A nivel celular, esto se logra mediante la reducción de la síntesis de proteínas y el aumento de su descomposición, a menudo a través de la autofagia (autodigestión de componentes celulares).
La atrofia es un proceso patológico universal y se clasifica según su causa.
La atrofia es un signo clínico importante de muchas enfermedades. Por ejemplo, la atrofia muscular puede indicar una patología neurológica (esclerosis lateral amiotrófica, polineuropatía) y la atrofia de la corteza cerebral, detectada por resonancia magnética, puede indicar enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer.
El diagnóstico se basa en el examen visual, la palpación (disminución del tamaño del órgano, cambio de su consistencia) y los datos del examen instrumental (ecografía, TC, IRM), que permiten una evaluación objetiva del grado de reducción del órgano. El tratamiento de la atrofia tiene como objetivo principal eliminar su causa subyacente. En algunos casos, el proceso es reversible cuando se restablece la carga funcional y el suministro de sangre normales.
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